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jueves, 14 de febrero de 2019

¿SE DEBE LEGALIZAR LA DROGA EN COLOMBIA?


A Colombia se le conoce en el mundo por diversas situaciones, malas y buenas. Buenas: su biodiversidad, el sabor de su café, su riqueza cultural. De las situaciones malas, cabe reseñar: la violencia indiscriminada ejercida por grupos al margen de la ley: guerrilleros, paramilitares y mafiosos. Dentro de la categoría de mafiosos se debe incluir a los narcotraficantes.  

En el mundo del hampa global hay un colombiano que pasó a la historia por su maldad y relevancia en el negocio del narcotráfico, Pablo Escobar. Él, junto a sus cómplices del Cartel de Medellín, y secundado por los hermanos Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali, inundaron, en las décadas del 80 y 90, de cocaína el planeta. Es ‘gracias’ a esos mafiosos que en el mundo se estigmatiza a los colombianos como narcos, o como amantes de la cultura de la ilegalidad derivada del tráfico de drogas ilícitas.   

Aún hoy, años después de la muerte del gran capo de Medellín, y de la captura y posterior extradición a USA de los hermanos Rodríguez Orejuela, Colombia sigue siendo un gran productor de drogas ilícitas: el 90 % de la cocaína incautada en Estados Unidos proviene del país cafetero; empero, a pesar de que el país es el campeón mundial en producción de cocaína, el consumo de alucinógenos dentro de él, aunque preocupante, no es desorbitado. El país que más cocaína produce también debería ser el que más consuma, nos dice el sentido común. Pero en Colombia la droga que más se consume es una legal, el alcohol.

Traer a colación el consumo de alcohol cuando se habla de drogas, legales o ilegales, es pertinente; sobre todo porque es el alcohol el causante de miles de desgracias. Baste un solo ejemplo: entre diciembre del 2013 y septiembre del 2016, en Bogotá se impusieron 10.916 multas a conductores por conducir en estado de embriaguez. Así las cosas, si el alcohol acarrea tantos problemas (¿cuántas muertes han causado los conductores borrachos en la última década?), y es una droga legal, ¿por qué no pensar en la legalización de todas las drogas en Colombia, tal cual se hizo en Portugal? No sin antes aclarar que, por lo menos acá, el consumo de drogas está íntimamente ligado al del alcohol.

Preguntémonos: ¿Qué ha afectado más la salud, la vida y la institucionalidad del país: el consumo de drogas, o el narcotráfico como negocio? Hasta el momento, la prensa no ha registrado que un drogadicto haya ordenado poner un carro bomba en un centro comercial, o que haya derribado un avión en pleno vuelo matando cientos de pasajeros, o que alguien bajo los efectos de la droga haya dado la orden de asesinar a miles de policías. La premisa, es: la droga no es buena, pero el negocio del narcotráfico es mucho más perjudicial. Y ese negocio criminal es lo que hay que combatir. Mientras los adictos estadounidenses esnifan anualmente 400 toneladas métricas de cocaína, Colombia es el que pone los muertos por causa del crimen organizado. Eso no es justo.

La drogadicción ha existido siempre. Y tal vez existirá para toda la eternidad. Culturas milenarias han buscado en yerbas y hongos la manera de saciar el hambre o mitigar la sed, o simplemente las han usado para experiencias místicas. Así que luchar contra ese flagelo es perder el tiempo. Contra lo que sí se debería luchar con encono el Estado es contra el negocio criminal del narcotráfico. El Estado debería quitarle el negocio la mafia y asumir su responsabilidad en la producción, consumo y, sobre todo, prevención.



¿Legalizar o no legalizar? En el país ya se dieron los primeros pasos para la legalización de las drogas. ¿Es oportuno ir más allá? Antes de responder, es imperativo analizar lo que sucedió en Portugal. La estrategia de los lusos en lo respectivo a la droga no tiene comparación con otro en el mundo. En el país ibérico fue despenalizada la posesión de todas las drogas consideras estupefacientes: marihuana, cocaína, heroína…, y los resultados han sido exitosos. El no tratar a los consumidores y compradores ocasionales de droga como criminales sino como enfermos, ha contribuido para que en Portugal disminuya la violencia y la criminalidad relacionada con las drogas ilegales. Y gracias al accionar de los llamados "comités de disuasión", creados por psicólogos, abogados y profesionales sociales, muchos enfermos o adictos han logrado mejorar su calidad de vida: el índice de infecciones por VIH ha caído en picado desde 2001. Se ha pasado de los 1.016 casos registrados a 56. Las muertes por sobredosis han disminuido en un 80 por ciento desde 2001, lo que las ha situado en las solo 16 registradas en todo el país en 2012.

Es cierto, Portugal y Colombia son dos sociedades distintas. Muy distintas. El país luso no es un gran productor de drogas. Allá el poder del narcotráfico no ha hecho tanto daño como acá, pero el problema de la adición de las drogas es global, y los buenos ejemplos deberían ser imitados. Una red pública que brinde asistencia médica, social y psicológica a los adictos es lo ideal. Los prejuicios para con los consumidores de drogas deben ser abolidos. No todo el que consume es un criminal, mucho menos un “desechable”. Lo de las drogas es un problema de salud, no de orden público. Si se convierte en lo segundo, es por la ausencia o falta de asistencia del Estado.

Entonces, Colombia debería estudiar la posibilidad de legalizar, descriminalizar y despenalizar la droga. Todo desde una perspectiva de derechos humanos.

Legalizar. Es decir, que el Estado asuma el control de la producción y distribución de las drogas, desde el punto de vista medicinal, apoyado por médicos, psicólogos y demás, que busquen no sólo atender a los adictos, sino lo más importante: tratar por todos los medios de incentivarlos a dejar la droga. Al quitarle el poder a la mafia de las drogas, ya los adictos no tendrán que robar o cometer delitos para calmar sus ansias de consumir. Y si la mafia ya no pudiera ganar miles de millones de dólares por concepto de venta de drogas, el daño institucional sería mucho menor. Ya no habría más Pablos Escobares tratando de tomarse el poder estatal.


Descriminalizar. Ya los adictos no serían tratados como delincuentes.

Despenalizar. Los consumidores y compradores de droga no serían penalizados por ello. Sólo se penalizaría la producción y distribución por parte de particulares, ya que el monopolio de éstas estaría a cargo del Estado. Todo esto acompañando, claro está, de una campaña permanente y ‘agresiva’ de educación, consistente en enseñarle a la juventud sobre el peligro para la salud que representa el uso y abuso de las drogas. De todas las drogas, incluido el alcohol. Pero para que esta opción de legalización total de las drogas sea viable, se necesita de un Estado fuerte y cohesionado, de una red pública de salud eficiente y eficaz y de una emancipación total a los intereses de los Estados Unidos.

Para que la legalización de la droga sea un hecho, y con ello la resolución del problema del narcotráfico, lo que primero que se necesita es un Estado soberano, cohesionado y garantista de los derechos humanos fundamentales de todos sus habitantes. Y Colombia está lejos de ofrecer eso a sus adictos, y a todos sus ciudadanos. Entonces, habrá que esperar. Ojalá no mucho. 
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Master Gaviria. Administrador público. Artista plástico. Orfebre. Lector voraz, escritor ocasional. Librepensador. Pacifista. Mamador de gallo. Escribe con humor sobre asuntos serios. No pierda su tiempo: no responde agresiones virtuales.

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