A Colombia se le conoce en el mundo por
diversas situaciones, malas y buenas. Buenas: su biodiversidad, el sabor de su
café, su riqueza cultural. De las situaciones malas, cabe reseñar: la violencia
indiscriminada ejercida por grupos al margen de la ley: guerrilleros, paramilitares
y mafiosos. Dentro de la categoría de mafiosos se debe incluir a los
narcotraficantes.
En el mundo del hampa global hay un
colombiano que pasó a la historia por su maldad y relevancia en el negocio del
narcotráfico, Pablo Escobar. Él, junto a sus cómplices del Cartel de Medellín,
y secundado por los hermanos Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali,
inundaron, en las décadas del 80 y 90, de cocaína el planeta. Es ‘gracias’ a
esos mafiosos que en el mundo se estigmatiza a los colombianos como narcos, o
como amantes de la cultura de la ilegalidad derivada del tráfico de drogas
ilícitas.
Aún hoy, años después de la muerte del gran
capo de Medellín, y de la captura y posterior extradición a USA de los hermanos
Rodríguez Orejuela, Colombia sigue siendo un gran productor de drogas ilícitas:
el 90 % de la cocaína incautada en Estados Unidos proviene del país cafetero; empero,
a pesar de que el país es el campeón mundial en producción de cocaína, el consumo
de alucinógenos dentro de él, aunque preocupante, no es desorbitado. El país
que más cocaína produce también debería ser el que más consuma, nos dice el
sentido común. Pero en Colombia la droga que más se consume es una legal, el
alcohol.
Traer a colación el consumo de alcohol
cuando se habla de drogas, legales o ilegales, es pertinente; sobre todo porque
es el alcohol el causante de miles de desgracias. Baste un solo ejemplo: entre
diciembre del 2013 y septiembre del 2016, en Bogotá se impusieron 10.916 multas
a conductores por conducir en estado de embriaguez. Así las cosas, si el
alcohol acarrea tantos problemas (¿cuántas muertes han causado los conductores
borrachos en la última década?), y es una droga legal, ¿por qué no pensar en la
legalización de todas las drogas en Colombia, tal cual se hizo en Portugal? No
sin antes aclarar que, por lo menos acá, el consumo de drogas está íntimamente
ligado al del alcohol.
Preguntémonos: ¿Qué ha afectado más la
salud, la vida y la institucionalidad del país: el consumo de drogas, o el narcotráfico
como negocio? Hasta el momento, la prensa no ha registrado que un drogadicto
haya ordenado poner un carro bomba en un centro comercial, o que haya derribado
un avión en pleno vuelo matando cientos de pasajeros, o que alguien bajo los
efectos de la droga haya dado la orden de asesinar a miles de policías. La
premisa, es: la droga no es buena, pero el negocio del narcotráfico es mucho
más perjudicial. Y ese negocio criminal es lo que hay que combatir. Mientras
los adictos estadounidenses esnifan anualmente 400 toneladas métricas de
cocaína, Colombia es el que pone los muertos por causa del crimen organizado.
Eso no es justo.
La drogadicción ha existido siempre. Y
tal vez existirá para toda la eternidad. Culturas milenarias han buscado en
yerbas y hongos la manera de saciar el hambre o mitigar la sed, o simplemente
las han usado para experiencias místicas. Así que luchar contra ese flagelo es
perder el tiempo. Contra lo que sí se debería luchar con encono el Estado es
contra el negocio criminal del narcotráfico. El Estado debería quitarle el
negocio la mafia y asumir su responsabilidad en la producción, consumo y, sobre
todo, prevención.
¿Legalizar o no legalizar? En el país ya se dieron los primeros
pasos para la legalización de las drogas. ¿Es oportuno ir más allá? Antes de
responder, es imperativo analizar lo que sucedió en Portugal. La estrategia de
los lusos en lo respectivo a la droga no tiene comparación con otro en el
mundo. En el país ibérico fue despenalizada la posesión de todas las drogas
consideras estupefacientes: marihuana, cocaína, heroína…, y los resultados han
sido exitosos. El no tratar a los consumidores y compradores ocasionales
de droga como criminales sino como enfermos, ha contribuido para que en
Portugal disminuya la violencia y la criminalidad relacionada con las drogas
ilegales. Y gracias al accionar de los llamados "comités de
disuasión", creados por psicólogos, abogados y profesionales sociales,
muchos enfermos o adictos han logrado mejorar su calidad de vida: el
índice de infecciones por VIH ha caído en picado desde 2001. Se ha pasado de
los 1.016 casos registrados a 56. Las muertes por sobredosis han disminuido en
un 80 por ciento desde 2001, lo que las ha situado en las solo 16 registradas
en todo el país en 2012.
Es cierto, Portugal y Colombia son dos
sociedades distintas. Muy distintas. El país luso no es un gran productor de
drogas. Allá el poder del narcotráfico no ha hecho tanto daño como acá, pero el
problema de la adición de las drogas es global, y los buenos ejemplos deberían ser
imitados. Una red pública que brinde asistencia médica, social y psicológica a los
adictos es lo ideal. Los prejuicios para con los consumidores de drogas deben
ser abolidos. No todo el que consume es un criminal, mucho menos un
“desechable”. Lo de las drogas es un problema de salud, no de orden público. Si
se convierte en lo segundo, es por la ausencia o falta de asistencia del Estado.
Entonces, Colombia debería estudiar la
posibilidad de legalizar, descriminalizar y despenalizar la droga. Todo desde
una perspectiva de derechos humanos.
Legalizar. Es decir, que el Estado asuma el
control de la producción y distribución de las drogas, desde el punto de vista
medicinal, apoyado por médicos, psicólogos y demás, que busquen no sólo atender
a los adictos, sino lo más importante: tratar por todos los medios de
incentivarlos a dejar la droga. Al quitarle el poder a la mafia de las drogas,
ya los adictos no tendrán que robar o cometer delitos para calmar sus ansias de
consumir. Y si la mafia ya no pudiera ganar miles de millones de dólares por
concepto de venta de drogas, el daño institucional sería mucho menor. Ya no
habría más Pablos Escobares tratando de tomarse el poder estatal.
Descriminalizar. Ya los adictos no serían tratados
como delincuentes.
Despenalizar. Los consumidores y compradores de
droga no serían penalizados por ello. Sólo se penalizaría la producción y
distribución por parte de particulares, ya que el monopolio de éstas estaría a
cargo del Estado. Todo esto acompañando, claro está, de una campaña permanente
y ‘agresiva’ de educación, consistente en enseñarle a la juventud sobre el
peligro para la salud que representa el uso y abuso de las drogas. De todas las
drogas, incluido el alcohol. Pero para que esta opción de legalización total de
las drogas sea viable, se necesita de un Estado fuerte y cohesionado, de una
red pública de salud eficiente y eficaz y de una emancipación total a los
intereses de los Estados Unidos.
Para que la legalización de la droga
sea un hecho, y con ello la resolución del problema del narcotráfico, lo que
primero que se necesita es un Estado soberano, cohesionado y garantista de los
derechos humanos fundamentales de todos sus habitantes. Y Colombia está lejos de
ofrecer eso a sus adictos, y a todos sus ciudadanos. Entonces, habrá que
esperar. Ojalá no mucho.















