LA MALDITA INDUSTRIA MUSICAL
Mierda nos venden, mierda compramos
La primera en poner
el dedo en la llaga fue Totó la Momposina, a ella se unió Carlos Vives y después
remató Iván Gallo. Todos se han pronunciado en contra de las letras del
reguetón, que generalmente son vulgares y de mal gusto: polvos cantados,
pornografía auditiva. Ahora yo, que no soy nadie, meto la cucharada y me
pronuncio. Pero voy más allá. Y lo hago porque soy un ciudadano de bien. De los
que paga todos sus impuestos, incluido Sayco y Acimpro. De los que se parquean
antes de la cebra y no avanzan en amarillo, sino en verde. De los que en todas
las elecciones, regionales o nacionales, vota. Y a conciencia. Sin vender el
voto por tejas, cemento, tamales o por “50 barra”. De esos que jamás votarían
por el que diga Uribe. Un buen ciudadano.
Me pronuncio y proclamo:
abajo las letras del reguetón. Abajo, abajo, abajo. Y más abajo todavía la maldita
industria musical. La maldita industria musical agrupa a todas las empresas que
viven de la música comercial y cuyo único fin es hacer dinero. Y como el
objetivo es hacer billete a como dé lugar se ha sacrificado el arte en beneficio
del capitalismo salvaje. Solo así podemos entender que hayan tenido éxito
“artistas” de dudosa calidad y verdaderos fraudes musicales. Verbigracia, gracias
a las artimañas de la maldita industria fuimos engañados por Milli Vanilli y
Locomía. El primero era un dúo de
morenos atléticos con pinta rebelde quienes cantaban canciones pegajosas, incluso
ganaron un Grammy, que les tocó devolver porque los nenes no cantaban, hacían playback.
La misma vaina hacían los de Locomía, quienes tan solo ponían la pinta, movían
el culito y se abanicaban la caballera, las voces eran de otras personas.
Pero ¿por qué
pasa esto? Reitero: pues porque a los dueños de la maldita industria musical,
como buenos capitalistas que son, lo único que les interesa es el billete, nada
más. Debido a ello a través de los años hemos visto desfilar por los diferentes
escenarios del mundo cantantes y grupos muy poco talentosos que a pesar de ello
tuvieron éxito relativo. Sí, relativo, porque esos productos son desechables,
efímeros, intranscendentes. Los de la industria promueven una moda, le sacan el
jugo y luego la desaparecen e inventan otra. ¿Qué lo que está de moda son las
band boys?, pues creemos a Menudo, Los Chicos, Los Chamos, Back Street Boys, N’Sync,
New Kids on the Blook, Mercurio, Magneto… ¿Qué se pusieron de moda los grupos
de chicas? ¡Fácil¡ Inventémonos a las Flans (burda copia del grupo gringo
Bananaramas) a Pandora, a las Spice Girls… ¿Qué lo que está vendiendo son las
carnudas mostronas quienes cantan casi empelota?, pues lancemos a Gloria Trevi,
Paulina Rubio, Jessica Simpson, Britney Spears, Miley Cirus, Jennifer López,
Lorena Herrera… ¿Qué se puso de moda el reencauche?, pues promocionemos
esperpentos, verdaderos atentados terroristas auditivos como Charlie Zaa, Tulio
Zuluaga, Caramelo, Barranco, Café Moreno, los Tri-o, los Triple HP…Qué lo que
está dando palo son los actores cantantes, pues hagámosle con Alejandro
Martínez, Claudia García, Fanny Lu, Margarita Rosa de Francisco, Aura Cristina
Geithner, Carolina Sabino, Jorge Cárdenas, Amparo Grisales –el peor fracaso musical
de todos los tiempos–, Edmundo Troya, Marbelle, Lucía Méndez, Lucerito, Thalía,
Verónica Castro… ¿Qué las ventas están por los lados de los hijos de cantantes
pasados de moda?, pues promocionemos a los hijos de Julio Iglesias; y al de
Verónica Castro; y a la de Rocío Dúrcal… ¿Qué unos pandilleros están imponiendo
un ritmo espantoso llamado reggaetón? ¡Saquémosle el jugo¡ ¿Qué la música “urbana”,
hija paupérrima del reggaetón, está dando palo? ¡La tengo¡ Vámonos para las
comunas de Medellín y reclutemos unos cuantos parceros, pongámosles pantalones
de corte raro, camisetas y cachuchas, tatuémoslos, y listo el pollo: los
yústinbibers colombianos. ¿Cómo, que la música de cantina y popular está
pegando? Tomen: Marbelle, Pipe Bueno, Jhonny Rivera, Paola Jara, El Charrito
negro, Arelys Henao, Giovanny Ayala, Alzate y demás esperpentos.
Sí, así es, los
asesores de mercadeo de la industria musical hacen sondeos y/o encuestas para
saber qué se le pude vender a la chusma y conociendo los resultados, se lanzan
a la carga. Y después de creado el nuevo “artista”, el mánager hace lo suyo: va
a todas las emisoras y con abundante dinero contante y sonante paga la respectiva
payola (extorsión que los dueños de la industria musical les pagan a los dueños
de las emisoras para que los respectivos djs suenen y truenen las canciones);
también negocia con los diferentes directores de noticieros, programas de
entretenimiento y revistas de farándula para que le den bastante bombo al
cantante de moda -la sobreexposición en los medios es fundamental. Cantante que
no salga en televisión o en revistas no existe-. Un romance ficticio –negociado-
con una chica bien carnuda y uno que otro escándalo no está de más si se quiere
que el artista suene. Después de toda esta inversión las canciones -cuyas
letras son horripilantes: entre más chambonas, mejor- del producto empiezan a
sonar una y otra vez en todas las emisoras y programas de televisión y por
costumbre la gente se las aprende y las tararea y, lo más importante, asiste a
los conciertos, compra los discos, los suvenires y ¡cómo no¡ envían miles de
mensajes de texto (a 3.600 el minuto más IVA) con las palabras Alzate o
Despecho. El negocio es redondo, y el talento es escaso.
Y así sucesivamente
los dueños del emporio musical van fabricando y desechando “artistas” y
desfalcando el bolsillo de miles de conformistas que de oído musical no tienen
nada. La ecuación es bien fácil y sencilla: mierda les venden, mierda compran.
Nota. Ya
quisiera yo escuchar a las hijas menores de los ministros de cultura y educación
cantar: “Hágale, papito, dele sin parar; dele como perro que mi esposo va a
llegar. Metelo, papi, metelo; metelo, papi, ah, ah.









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